jueves, 12 de marzo de 2009

Mientras alguien llama por teléfono



Gastados, gastados minutos que no podrían ser peores,
Minutos de un barbárico consentimiento.
—Mirar desde la ventana del baño los pinos,
sus oscuras agujas, crecimientos sin propósito
cristalizados en madera y donde dos cocuyos
están solamente perdidos.
Oír sólo un tren que pasa, que debe pasar, como una tensión;
nada. Y esperar:
pudiera ser que incluso ahora los huéspedes de estos minutos
emerjan, algún relajado y poco deferente extraño,
liberación del corazón.
Y mientras los cocuyos
no logran iluminar estos árboles de pesadilla
que no sean sus alegres verdes ojos.


Elizabeth Bishop

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