miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Exilio de Fernando Charry Lara


El hombre entristecido mira

caer vehemente la luz a su ventana:

distraído contempla la distancia

de espumas como olas, lejanías.
Leves despiertan a su nostalgia

los reflejos de otros días,

y es ocio y congoja de una tarde

por gracia de este cielo,

que a su imagen
es mar azul, playas doradas, islas,

regresar desde la claridad de unas nubes

en el desmayo ávido del instante

hacia la antigua soledad remota.
Mas no puede la frente melancólica

soñar con esperanza sus recuerdos.

Volver a la tierra perdida

sería también deslumbramiento amargo:

un sol ajeno se levanta

como espada en mano enemiga.

Y su deseo es apenas

la pasión lánguida de la adolescencia en olvido,

un indolente jardín o una calle,

su deseo es apenas un aire,

si nocturno, de borrosas estrellas,

si de fulgor o nieve,

si de sol sangriento en el ocaso.
Sin testigo,

la obscuridad del rostro en los cristales,

bajo la luz que anochece punzante a la ventana

sus miradas entonces se obstinan,

frías, tenaces de silencio,

más allá,

entre vagas nubes o mares.
Puñal siempre en el pecho es la memoria.

Callar consuelo ha sido.

Mejor será
morir secretamente a solas.

Fernando Charry Lara
De “Los adioses” 1963

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