domingo, 29 de marzo de 2009

Misterio de la palabra


En un país tranquilo hemos recibido la pasión del mundo,
espada desnuda sobre nuestras dos manos posada

Nuestro corazón desconocía el día cuando el fuego
[nos fue así entregado,
y su luz hizo un surco en la sombra de nuestros rasgos

Era ante todo flaqueza, la caridad estaba sola
[adelantándose al
miedo y al pudor

Inventaba el universo en la justicia primera y éramos
partícipes de esta vocación en la extrema vitalidad
[de nuestro amor

La vida y la muerte en nosotros recibieron derecho
[de asilo, se miraron
con ojos ciegos, se tocaron con manos precisas

Unas flechas de olor nos alcanzaron, atándonos a la tierra
como heridas en nupcias excesivas

Oh estaciones, río, alisos y helechos, hojas,
[flores, madera
mojada, hierbas azules, todo nuestro haber sangra su
[perfume,
bestia olorosa en nuestro flanco

Los colores y los sonidos nos visitaron en tropel
[y en pequeños
grupos fulminantes, mientras que el sueño duplicaba
[nuestro
encanto como la tormenta eléctrica cierne el azul
[del ojo inocente

La alegría se puso a gritar, joven parturienta
[de olor salvajino
bajo los juncos. La primavera liberada fue
[tan hermosa que nos tomó
el corazón con una sola mano

Los tres golpes de la creación del mundo
[repicaron en nuestros
oídos, vueltos iguales a los latidos de nuestra sangre

En un solo deslumbrar se hizo el instante.
[Su relámpago nos recorrió
el rostro y recibimos la misión del fuego y de la
[quemadura

Silencio, ni se mueve, ni dice nada, se funda la palabra,
[levanta
nuestro corazón para asir el mundo en un solo gesto
[de tormenta, nos
adhiere a su aurora como la corteza al fruto

Toda la tierra vivaz, el bosque a nuestra derecha,
[la profunda ciudad
a nuestra izquierda, en pleno centro del verbo,
[avanzamos en la
punta del mundo

Frentes de cabellos ensortijados donde se corrompe
[el silencio en pelambres almizclados,
todas las muecas, viejas cabezas, mejillas de niño,
[amores, arrugas,
alegrías, duelos, criaturas, criaturas, lenguas de fuego
[en el solsticio de
la tierra

Oh hermanos míos los más negros, todas las fiestas
[gravadas en secreto;
pechos humanos, calabazas que son músicas
[y donde se exasperan
voces cautivas.


Anne Hebert

domingo, 22 de marzo de 2009

Un sueño, de Canto Nuovo




Estaba muerta, sin calor. 
La herida era visible apenas en el flanco: 
estrecha fuga para tanta vida. 
El lienzo fúnebre era tan blanco como el cuerpo. 
Jamás el ojo humano verá 
más blanco que aquel blanco. 
Ardía impetuosa la primavera 
en los cristales donde insectos inermes 
golpeaban con alas rumorosas. 
Huyó el calor de ella. 
Yo pregunté: ¿Duermes? 
Más cerca, con risa salvaje, repetí: 
¿Duermes, duermes? ¿Duermes? 
Al recordar que aquel acento 
no parecía el mío, 
me vuelve hoy el terror. 
No escuché ni un murmullo. 
Cautivo de la roja arquitectura 
se dilataba en el bochorno 
un fuerte olor a descubierta sepultura. 
El hálito invisible de la muerte 
me estaba sofocando en la cerrada habitación. 
Le dije nuevamente a la mujer inerte: 
¿Duermes, duermes? 
Nada, nada. 
El lienzo fúnebre eran tan blanco 
que nada, ¡nada verá el ojo de un hombre 
más blanco que ese blanco!


Gabriele D'Annunzio

jueves, 12 de marzo de 2009

Mientras alguien llama por teléfono



Gastados, gastados minutos que no podrían ser peores,
Minutos de un barbárico consentimiento.
—Mirar desde la ventana del baño los pinos,
sus oscuras agujas, crecimientos sin propósito
cristalizados en madera y donde dos cocuyos
están solamente perdidos.
Oír sólo un tren que pasa, que debe pasar, como una tensión;
nada. Y esperar:
pudiera ser que incluso ahora los huéspedes de estos minutos
emerjan, algún relajado y poco deferente extraño,
liberación del corazón.
Y mientras los cocuyos
no logran iluminar estos árboles de pesadilla
que no sean sus alegres verdes ojos.


Elizabeth Bishop

sábado, 7 de marzo de 2009

El lenguaje



En la tormenta habla el
Dios.
A menudo tengo yo el habla
dijeron que la ira
bastaría y sería
válida para Apolo –
si tienes amor suficiente,
entonces, enoja por amor,
pero hazlo siempre.
A menudo he intentado
el canto, pero ellos no te
escucharon. Pues así lo quiso la
sagrada naturaleza. Tú le cantabas,
a ella en tu juventud
no cantando
Tú le hablabas a la divinidad,
pero esto lo habéis olvidado, vosotros,
todos, que siempre los primerizos
son los mortales, y que ellos
pertenecen a los
dioses.
Y común y cotidiano ha
de ser primero el fruto,
para así volverse adecuado a los mortales.


Friedrich Hölderlin
Traducción de Breno Onetto

lunes, 2 de marzo de 2009

Tiempo




EL beso que no te di
se me ha vuelto estrella dentro.
¡Quién lo pudiera tornar
-y en tu boca...-otra vez beso!

Quién pudiera como el río
ser fugitivo y eterno:
Partir, llegar, pasar siempre
y ser siempre el río fresco...

Es tarde para la rosa.
Es pronto para el invierno.
Mi hora no está en el reloj...
¡Me quedé fuera del tiempo!...

Tarde, pronto, ayer perdido...
mañana inlogrado, incierto
hoy... ¡Medidas que no pueden
fijar, sujetar un beso!...

Un kilómetro de luz,
un gramo de pensamiento...
(De noche el reloj que late
es el corazón del tiempo...)

Voy a medirme el amor
con una cinta de acero:
Una punta en la montaña.
La otra..., ¡clávala en el viento!


Dulce María Loynaz